Un sitio insípido, pocos colores, un ambiente de tristeza, pañuelos que recogen lágrimas, ojos como cristales rotos, y una empleada acostumbrada a la tristeza recogiendo las lágrimas de los desafortunados, algunos suspiros, pocos ya gritos de dolor, muchas voces, muchas bocas con una mueca amarga, una puerta intraspasable, una mujer perdida en la multitud, una triste melodía de llantos y desesperación.
Nunca creí que tendría que enfrentarme así tan pronto, a tan corta edad eso, bueno, supongo que nunca nadie esta preparado para algo así, y mucho menos lo estaba mi mejor amiga.
Aún no se si hice bien, o si hice mal, pero entré en aquel lugar, estaba nerviosa, pero un gran amigo me mantenía estable. La vi, por un momento sostuve la respiración, el llanto, la angustia, el malestar, se me cayó el alma, y casi dejo paso otra vez a la catarata de sentimientos que se precipito por mis ojos al enterarme, cuando no me lo podía creer, cuando tardé en asimilarlo, cuando el dolor se internaba en mi aún cuando no tenía nada que ver conmigo, pero esta vez, por ella, por mi misma, por él, no lloré.
Y allí estaba, sentada, entre pañuelos, entre lágrimas y ojos rojos e hinchados, ojos perdidos, ojos que ni si quiera querían abrirse para darse cuenta de la realidad, su cabeza buscando el consuelo de sus propias manos, intentando aceptar ese duro golpe. Le di un abrazo.
-Que haces aquí?
+Nada, es que no tenía otra cosa que hacer.
No esperaba que se alegrara, y mucho menos de verme, no esperaba que dejara de llorar, ni si quiera esperaba tener conversación con ella, sabía perfectamente como estaría, como reaccionaría, lo que me diría y que en cierto modo no le haría gracia que fuera, o eso pienso y sigo pensando, ya que tras haberle pedido perdón en un escrito por eso, no dejé que me contestará, así que ni supe, ni sabré lo que pensaba. No sabía como reaccionar, que debía hacer o como se comportaría ella en caso contrario. Yo solo quería verla, solo quería demostrarle de alguna manera que estaba ahí y lo estaría siempre.
Los siguientes días fueron horribles, eso sucedió el Martes 15, el Miércoles supongo que vino obligada por su madre al instituto, se respiraba tal depresión..., no le dije nada en todo el día, lo que le tenía que decir ya se lo dije el día anterior sin palabras, pero no me separé de ella ni un instante en todo el día.
Es duro ver sufrir a alguien tan querido, es duro estar sentada a su lado un día entero y ver como se acuerda a momentos, como su aura gris llena toda la sala, como sigue llorando y como lucha contra sigo misma para hacer parecer que queda algo de vida en ese cuerpo cansado por la pena. Se me inundaban los ojos, era tal panorama, tal tristeza, en cierta manera compartía su tristeza, pero en un grado mucho mas inferior, no quería hablar, ni reír, ni nada parecido, solo acompañaba, acompañaba, solo eso, como un personaje secundario subordinado al principal.
Hubo una situación que nunca se me olvidará en la que con voz desanimada y apenada pronunció mi nombre, la miré y dijo: "nada", me pareció ver en ese momento un brillo fugaz de alegría y ternura en sus ojos que desapareció al instante, hasta ahora lo he interpretado como un: "gracias".
Comió lo se come un día en 4, seguro que tampoco dormía mucho, o por lo contrario permanecía toda la tarde así para dejar de pensar, pero preguntar por su bienestar en ese momento hubiera sido ridículo, pero si le llevaba la cuenta de cuando y que comía, la verdad es que me preocupaba, pero supongo que es lo que tiene, ella misma me dijo: "No tengo hambre, tengo la barriga llena de tristeza", los disgustos quitan las ganas de vivir, y que otra cosa te mantiene mas vivo que el alimentarse?
Por suerte, el viernes volvió a sonreír, no una carcajada, ni una gran sonrisa de esas que muestran sus dientes ahora perfectos por años de tratamiento, solo una simple, frágil y resbaladiza curva en sus labios. Y mi ánimo creció, empezó a bromear, a intervenir en conversaciones con las demás amigas, hasta a hablar de sus sentimientos y confesarme cosas de ellos que jamás me diría estando normal, o a hasta darse cuenta de que le venía bien distraerse un rato, a aceptar poco a poco lo que había sucedido.
Estos días han sido muy duros para mi, pero vuelvo a repetir y a recalcar que nada en comparación a lo que ella, pero quería escribirlo porque jamás pensé que me pudiera afectar tanto las cosas de los demás, de verdad que sufrí bastante, demasiado quizás, en mi casa la preocupación y la pena me volvía a asolar. Soy una persona muy empática, casi sufro mas por los demás que por mi misma, pero no importa, no es algo voluntario, pero que menos podía hacer por ella?.
El otro día en lengua nos pidieron hacer un comentario de un texto sobre la muerte, que acertado..., tenía muchísimas dudas, pero decidí no intervenir en toda la clase por respeto a ella, que en su recuerdo volvía a internarse en lo mas profundo de su mente y de su dolor poco a poco mitigado. Tenía que compartir su silencio, no iba a hacer como si nada pasará, porque no era así. Otra cosa interesante es el respeto, yo respeté su dolor, no la iba a animar, porque entiendo que no se puede animar en algo así, y porque me parece comprensible que sufra durante unos días, no le di palabras de ánimo ni de consuelo, pero creo que no son necesarias, es mas, molestan, recuerdan una y otra vez que él ya no está, solo hacen falta algunos gestos cariñosos o el propio respeto del que hablo aunque sea en silencio, ese para mi es el que creo mayor consuelo y el que yo le dí.
Seguro que sigue sufriendo en su casa, pero por lo menos ahora tiene la fuerza de mantenerse firme delante de todo el mundo, su abuela es la que ha quedado mas desorientada, la mujer del fallecido, pero ahora la familia le hace compañía para que no este sola en estos momentos y entre todos harán que todo vuelva a la normalidad, y en cuanto a Carri, mientras ella esté "bien", yo también.